SI USTED ES CAPAZ DE TEMBLAR DE INDIGNACIÓN CADA VEZ QUE SE COMETE UNA INJUSTICIA EN EL MUNDO,SOMOS KOMPAÑEROS,QUE ES LO MÁS IMPORTANTE.

Democracia de espectadores

El control de los medios de difusión (Los espectaculares logros de la propaganda)

Pequeño extracto del libro de Noam Chomsky El control de los medios de difusión (Los espectaculares logros de la propaganda) contenido en Actos de Agresión (Editorial Crítica) 2000.
Democracia de espectadores

Otro grupo al que impresionaron estos éxitos [de la propaganda] fueron los teóricos democráticos liberales y figuras destacadas de los medios de difusión como, por ejemplo, Walter Lippmann, que era el decano de los periodistas norteamericanos, importante crítico de la política interior y exterior y también importante teórico de la democracia liberal. Si echan una ojeada a la recopilación de sus ensayos, verán que llevan un subtítulo que dice <> o algo por el estilo. Lippmann tomó parte en estas misiones propagandísticas y reconoció sus logros. Arguyó que lo que él llamaba <> podía utilizarse para <>, esto es, para lograr que el público estuviera de acuerdo con cosas que no quería, utilizando a tal efecto las nuevas técnicas de propaganda. También pensaba que era una buena idea, de hecho, necesaria. Era necesaria porque, como dijo, <> y sólo puede comprenderlos y dirigirlos una <> formada por <> que tienen la inteligencia suficiente para resolver los asuntos. Esta teoría asevera que sólo una pequeña elite, la intelectualidad de la que hablaban los partidos de Dewey, puede comprender los intereses comunes, lo que nos importan a todos y que estas cosas <>. Es un punto de vista que se remonta a centenares de años. También es un típico punto de vista leninista. De hecho, se parece mucho a la idea leninista según la cual una vanguardia de intelectuales revolucionarios tomará el poder del estado, utilizando las revoluciones populares como la fuerza que los lleve al poder estatal, y luego conducirá a las masas estúpidas hacia un futuro que dichas masas son demasiado tontas e incompetentes para imaginar por sí mismas. Los supuestos ideológicos de la teoría democrática liberal y del marxismo-leninismo se parecen mucho. Pienso que es una de las razones por las cuales a la gente le ha resultado tan fácil, a lo largo de los años, pasar de una postura a otra sin tener ninguna sensación especial de cambio. Es sólo cuestión de determinar dónde está el poder. Tal vez habrá una revolución popular que nos colocará en el poder estatal; o tal vez no la habrá y en tal caso sencillamente trabajaremos para la gente con verdadero poder: el empresariado. Pero haremos lo mismo. Conduciremos a las masas estúpidas hacia un mundo que no pueden comprender por sí mismas porque son demasiado tontas.

Para respaldar estas ideas, Lippmann recurrió a una teoría muy compleja de la democracia progresista. Arguyó que en una democracia que funciona como es debido hay diferentes clases de ciudadanos. Ante todo está la clase que forman los ciudadanos que tienen que desempeñar algún papel activo en la dirección de los asuntos generales. Es la clase especializada. Son las personas que analizan, ejecutan, toman decisiones y administran las cosas en los sistemas político, económico e ideológico. Son un pequeño porcentaje de la población. Naturalmente, una persona que propone estas ideas siempre forma parte de este pequeño grupo y habla de lo que hay que hacer con los otros. Los otros, que están fuera del grupo reducido y son la gran mayoría de la población, forman lo que Lippmann denominó <>. Tenemos que protegernos de <>. Bien, hay dos <> en una democracia: la clase especializada, los hombres responsables, cumple la función ejecutiva, lo cual quiere decir que se encarga de pensar, ejecutar y comprender los intereses comunes. Luego está el rebaño desconcertado, que también tiene una función en la democracia. Su función en la democracia, según Lippmann, es ser <> de la acción, en vez de participar en ella. Pero su función es algo más, porque se trata de una democracia. De vez en cuando se les permite dar autoridad a algún miembro de la clase especializada. Dicho de otro modo, se les permite decir: <> o <>. Esto es debido a que se trata de una democracia y no de un estado totalitario. Es lo que llamamos elecciones. Pero una vez han dado su autoridad a tal o cual miembro de la clase especializada, su deber es arrellanarse en la butaca y hacer de espectadores de la acción, pero sin participar en ella. Esto en una democracia que funcione como es debido.

Y detrás de esto hay una lógica. Detrás de esto hay incluso una especie de principio moral imperioso. El principio moral imperioso consiste en que la masa es sencillamente demasiado estúpida para comprender las cosas. Si trata de participar en el gobierno de sus propios asuntos, no hará más que causar problemas. Por tanto, sería inmoral e incorrecto permitirle que participase. Lo que tenemos que hacer es domar al rebaño desconcertado en lugar de permitir que el rebaño desconcertado se desmande y lo pisotee y lo destruya todo. Viene a ser la misma lógica que dice que sería un error permitir que un niño de tres años cruzase corriendo la calle. A un niño de tres años no le das esta clase de libertad. Del mismo modo, al rebaño desconcertado no le permites que participe en la acción. No hará más que crear problemas.

Así que necesitamos algo para domar al rebaño desconcertado y esa algo es esta revolución nueva en el arte de la democracia: la fabricación de consenso. Es necesario dividir los medios de difusión, las escuelas y la cultura popular. Deben proporcionar a la clase política y a los que deciden alguna sensación tolerable de realidad, aunque también tienen que inculcarle las creencias apropiadas. Recuerdan sólo que hay aquí una premisa tácita. La premisa tácita -y hasta los hombres responsables tienen que disimularla ante sí mismos- tiene que ver con la cuestión de cómo llegan a ocupar una posición que les da autoridad para tomar decisiones. La forma de llegar a ella, por supuesto, consiste en servir a la gente que tiene poder real. La gente que tiene poder real es la que es dueña de la sociedad, un grupo bastante reducido. Si la clase especializada está en condiciones de presentarse y decir <>, entonces formará parte del grupo ejecutivo. Esto es algo que debe callarse. Lo cual quiere decir que hay que inculcar las creencias y las doctrinas que sirvan a los intereses del poder privado. Si no se tiene esta capacidad, no se puede formar parte de la clase especializada. Así que tenemos un tipo de sistema de enseñanza dirigido a los hombres responsables, la clase especializada. Hay que adoctrinarlos profundamente en los valores y los intereses del poder privado y el nexo estado-sociedades mercantiles que representa a dicho poder. Si se consigue adoctrinarlos de esta manera, entonces pueden formar parte de la clase especializada. Al resto del rebaño desconcertado básicamente hay que distraerlo. Desviar su atención hacia otra cosa. Procurar que no se metan en líos. Asegurarse de que, a lo sumo, se limiten a ser espectadores de la acción que de vez en cuando autorizan a alguno de los líderes reales, entre los cuales les está permitido escoger.

[...] En el decenio de 1920 y comienzos de 1930, Harold Lasswell, el fundador del moderno campo de las comunicaciones y uno de los principales científicos políticos norteamericanos, explicó que no deberíamos sucumbir a <>. Porque no lo son. Nosotros somos los mejores jueces de los intereses públicos. Así pues, por una sencilla cuestión moral normal y corriente, debemos asegurarnos de que no tengan la oportunidad de actuar basándose en sus errores de juicio. Esto resulta fácil en lo que hoy día se llama un estado totalitario, o un estado militar. Te limitas a amenazarles con una porra y si se desvían, les atizas en la cabeza. Pero esto deja de ser posible cuando la sociedad se vuelve más libre y democrática. Por consiguiente, tienes que recurrir a las técnicas de la propaganda. La lógica es clara. La propaganda es a una democracia lo que la porra es a un estado totalitario. Es un sistema sabio y bueno porque, como he dicho, el rebaño desconcertado no comprende los intereses comunes. No los entiende.