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El primer mandato: Descomposición social y lucha de clases en Gaza

La resistencia viene de la contradicción que genera la expropiación de productores directos (en 1948) y su posterior conversión en pauperismo consolidado.


Tener varicela a los doce años no es un mal negocio: no es nada grave y se falta a la escuela por dos semanas. Uno jamás imaginó que alguien podría llegar a morir de una enfermedad como esa. Pero ese fue el caso de Tamer al-Yazji. Tamer tenía que bajar la fiebre y necesitaba algunos medicamentos o, al menos, agua. El Hospital Central de Gaza no podía hacer nada más e Israel no permitía ningún ingreso. 

Su trágica historia es la de muchos otros chicos: 17 en total, de una lista de 98 personas cuyas vidas dependían de poder ser asistidos en algún hospital con elementos básicos (1).
Gaza está bloqueada desde junio del 2007. Las muertes que relatamos se produjeron en doce días de enero, en los que el aislamiento fue total. Hamas evitó lo que podía ser un genocidio. Sin previo aviso, hizo estallar una parte del muro que separaba la ciudad palestina de Rafah con Egipto y 600.000 palestinos cruzaron la frontera en busca de provisiones. A pesar de que los medios apartaron la atención del tema (luego de una cierta flexibilización israelí) la amenaza de una catástrofe humanitaria, o de una próxima guerra, sigue latente. El caso ha sido abordado con la superficialidad propia del prisma burgués. 

La mayor parte de los análisis oscilan entre el elemento testimonial y el acento en el problema cultural o nacional. No obstante, las causas del problema se encuentran en lo que hace que Gaza sea lo que es.

La región consta de 360 km2, con 1,5 millones de habitantes. Una de las mayores densidades que conoce el planeta. De ese total de población, dos tercios viven en los 8 campos de refugiados de la ONU. La desocupación llega al 35%, sin tener en cuenta a la población femenina. El 80% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza y la ONU entrega ayuda alimentaria a 860.000 personas. El cálculo al que llegó dicho organismo es que el 72% de la población de Gaza corre el riesgo de desnutrición.

Ya no te necesito

La alta densidad proviene de la guerra de 1948, por la cual los palestinos residentes en Israel fueron expulsados a Cisjordania y Gaza. Con el tiempo, se regularizó en la segunda cierta economía. Una región apta para cultivos frutales, desarrolló una agricultura de exportación. El sector alimenticio fue uno de los más importantes renglones económicos, con la conocida empresa Awda como gran motor. 

La expansión capitalista en Israel requirió, sin embargo, un ejército de trabajadores que no podía proveer la inmigración judía. En 1968, el ejército israelí desmanteló todos los cultivos cítricos en Gaza. En 1979, Egipto se comprometió a no recibir palestinos. Así, el corazón de la vida en los territorios ocupados lo constituyeron los trabajadores “golondrinas”: mano de obra que trabaja en Israel. Gaza se convirtió, junto con Cisjordania, en un gran reservorio de fuerza de trabajo barata. Mientras el trabajador judío estaba sindicalizado y recibía todos los beneficios sociales, el palestino era un sujeto sin derecho civil alguno. 

El racismo cumplía, entonces, la función de sancionar ideológicamente una ventaja económica para la acumulación de capital en Israel. Muchas grandes industrias tenían sótanos para que los trabajadores palestinos pasaran la noche en las largas jornadas laborales (2). Con este esquema, resultaba difícil la organización palestina dentro del territorio. La OLP trabajaba en el exilio y las acciones más importantes aparecían en el marco de una intervención extranjera (Siria, Egipto o Jordania). El salto en calidad fue la primera Intimada de 1987: una rebelión popular con el protagonismo de las organizaciones locales.

Este panorama cambió radicalmente a partir de la década de 1990. Desde 1989 hasta el 2004, Israel recibió 1.180.000 inmigrantes de los países del Este y de África (3). Se trata de personas de origen judío que se ampararon en la Ley del Retorno (4). De ellos, Rusia aportó 962.000 y, en su mayoría, fueron destinados a empleos de baja calificación (5). Para calcular la magnitud de la cifra, basta saber que, antes del aluvión, la población israelí constaba de 3,5 millones de personas. Los nuevos trabajadores no fueron totalmente incorporados a los viejos beneficios sociales. Incluso, fueron sometidos a normas similares a las que se aplicaban a los palestinos (6).

Como consecuencia, decreció la importancia de la fuerza de trabajo palestina y aumentaron las restricciones al acceso a Israel. En 2005, la Knesset votó un plan para prescindir de trabajadores palestinos. De 30.000 obreros de Gaza que en el 2000 trabajaban en las industrias de Israel, en 2003 se redujeron a 4.000 (7). Así, la atención se concentró en los recursos naturales de la zona (gas y cultivos). Se multiplicaron las colonias (que dieron salida a la población israelí) y las expulsiones de palestinos. De 2001 a 2004 Israel desalojó a más de 24.000 personas (8). Ante la imposibilidad de avanzar sobre las tierras, en 2005 puso fin a los asentamientos judíos en la zona y levantó los que aún quedaban.

La economía en Gaza se redujo a la rama alimenticia, a la confección y a los cultivos de frutillas, guayabas y flores. En su mayoría para exportación a Israel. Para asfixiar a esta última rama, el rabinato declaró a esas frutas como un producto taref (9). En el 2006 Israel bombardeó la única central eléctrica y la dependencia de energía israelí pasó a ser total. Del 2003 al 2007 las empresas disminuyeron su nivel de producción del 76% al 11% de la capacidad instalada y el salario se redujo un 40% (10).Los empresarios palestinos se encuentran entre el riesgo de ser estranguladas por la burguesía israelí y el conflicto de clase. Algunos han optado por la relocalización (11). 

Los sucesivos bombardeos e incursiones militares han devastado amplias zonas y creado verdaderos pueblos fantasma.

Este proceso produjo importantes transformaciones en la vida de los territorios ocupados, en particular en Gaza: de reservorio de fuerza de trabajo, la región se transformó en un depósito de sobrepoblación relativa. Una región sin estado ni leyes, con una economía reducida a la mínima expresión y los lazos sociales quebrados. Una fuente de conflicto y resentimiento y una usina de militantes sin nada que perder. Pero, a su vez, a medida que pasa el tiempo, un riesgo de epidemia de hambre que constituiría un verdadero escándalo mundial. Para evitarlo, la ONU sostiene la vida de la mitad de la población.

Boqueteros

Los combates no pueden explicarse a partir del enfrentamiento entre culturas ni entre naciones. Se trata esencialmente de la contradicción que genera la expropiación de productores directos (en 1948) y su posterior conversión en pauperismo consolidado. No es una cuestión étnica, sino de clase. El conflicto cobra características más agudas por una serie de razones. En primer lugar, porque el primer proceso (la expropiación) tiene una cercanía temporal en la cual media tan sólo una generación. Por lo que el reclamo de la restitución y la reconstrucción de antiguas relaciones (el “retorno”) aparece como un elemento permanente. En segundo, porque ambos procesos se concentran en 40 años. Con lo cual, los reclamos se potencian. La tercera es que esta fracción de la clase obrera no está dispersa sino que se ubica geográficamente en una región específica y separada. Por lo tanto, el capital puede “precintarla” y prescindir de ella.

El bloqueo de Gaza comenzó en junio del año pasado y agudizó las tendencias a la descomposición. Se produjo en el contexto de un proceso político por el cual Hamas desplazó del gobierno palestino, en elecciones generales, al conciliador Al Fatah. Una guerra entre estas dos organizaciones derivó en la expulsión de esta última de Gaza y la división del territorio: Cisjordania para Al Fatah y Gaza para el Hamas. Desde entonces, Israel mantiene un bloqueo en estos últimos territorios mientras negocia con Mahmud Abbas, líder de Al Fatah (un partido secular). La intención de Israel era no permitir que la organización islámica pueda hacer una experiencia “estatal”. El agravamiento de las condiciones de vida en Gaza no mermaron la popularidad del Hamas, sino todo lo contrario. Israel, entonces, levantó la apuesta e impuso un bloqueo total. Doce días donde la muerte más absurda campeó libremente por los pueblos y las carpas de refugiados.

El intento de poner al pueblo palestino de rodillas fracasó. Por un lado, la ONU, ante el escándalo, amenazó suspender el suministro de alimentos. Por el otro, la población no se dio por vencida y tomo el problema en sus manos. La opción que baraja el gobierno de Olmert es, ahora, la guerra.

Perspectivas

Teniendo en cuenta las características de la población, no resulta extraño que se formen ejércitos irregulares del lado palestino, como el Hamas. Sin embargo, reducir su acción al plano militar es desconocer su base de edificación política. La organización islámica reparte 70 millones de dólares al año en asistencia social y se ocupa de resolver litigios económicos y penales (12). Es decir, es un protoestado. En un contexto de descomposición social (ausencia de economía y de estado), esta organización intenta sostener ciertas relaciones vitales. Sus fondos provienen de algunos estados árabes y de la propia burguesía palestina: las pocas empresas que aún quedan deben defenderse del estrangulamiento israelí y, a su vez, tener cierta seguridad de que a ningún desheredado se le ocurra reclamarle algo.

El desarrollo del capitalismo en la región y el proceso que observamos anteriormente determina la inviabilidad del programa de dos estados. Ni Gaza ni Cisjordania pueden sostenerse por sí mismas. Tampoco es posible el “retorno”: las tierras expropiadas en 1948 hoy son ciudades, industrias y grandes explotaciones agrícolas. Por lo tanto, el problema no es la soberanía palestina, ni el restablecimiento del antiguo campesinado árabe, sino la socialización de los medios de producción en un estado único. Un objetivo que no puede realizarse al margen de la organización de las masas judías, en el corazón del capitalismo de la región. Por lo tanto, no son las tareas nacionales sino las socialistas la clave del triunfo.


Notas
1) http://www.imemc.org/article/52912.
2) Véase Grossman, David: El viento amarillo, Aguilar, Madrid, 1987.
3) Véase _ e Ministry of Immigrant Absorption: Immigration Data 2004,
February 2005.
4) Ley de 1948 que le da el derecho a toda persona judía a ser
considerada, automáticamente, como ciudadano israelí y a reclamar su
pasaporte. Sin embargo, la condición de judío está sometida a un
tribunal rabínico que examina la “pureza de sangre”.
5) Véase Cohen, Sarit y Chang-Tai Hsieh: “Macroeconomic and Labor
Market Impact of Russian Immigration in Israel”, HIEBS working papers,
2000.
6) Ídem.
7)
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/international/newsid_4119000/4119461.stm.
8) Ídem.
9) Comida no apta para el judío, según las leyes hebreas.
10) Página/12, 17 de diciembre de 2007.
11) http://news.bbc.co.uk/2/hi/middle_east/7199335.stm
12) http://www.cfr.org/publication/8968.


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