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La privatización del mar, una de las caras más ocultas de la economía shilena


ya se comenzó a parcelar el mar (no es chiste) y como la nueva ley de privatización del mar permite a la bolsa (especuladora) de Productos cotizar concesiones acuícolas de salmoneras, y ademas se les pretende asignar un valor de mercado, con un formato de producto que incorpore manuales y padrones.

El mito de la Salmonicultura Chilena se ha derrumbado. Tras 20 años de “éxito” aparente y ausencia de control del Estado, la naturaleza sobreexplotada, en pocos años, ha castigado la irresponsabilidad, negligencia y rapacidad con la que se manejó esta actividad. Es por ello que la mejor salida que ha encontrado el estado shileno y las multinacionales industrias salmoneros a este desastre económico y ecológico fue la privatización del mar, único activo de valor que le quedaba a esta Industria. Bajo la excusa de aumentar los controles y el manejo sanitarios de una acuicultura diezmada y que hoy tiene más papeles en la Bolsa de Santiago, que peces en el agua, lo peor es que no busca recuperar el patrimonio ambiental dañado, sino salvar a los industriales salmoneros de su crisis financiera con la modificación a la Ley General de Pesca y Acuicultura, vulnerando el hecho que el mar es un bien de uso público y por tanto patrimonio de todas las personas, facilitando que el mar pueda ser hipotecado. 

El objetivo de hipotecar las concesiones acuícolas es exclusivamente para que estas zonas costero marinas, sirvan como garantías a los bancos para activar nuevos créditos a las empresas salmoneras y estas puedan repactar las millonarias deudas contraídas, profundizando aún más el proceso privatizador del borde costero. Ademas no existe ningún mecanismo para demandar la recuperación del daño ambiental causado por la explotación irracional de las concesiones acuícolas más allá de cualquier capacidad de carga y destruyendo a su paso con la vida acuática. Por el contrario, las mismas empresas que han causado este daño, son las primeras en solicitar nuevas concesiones ¿Volvería usted a arrendarle  su casa a alguien que se la destruyó en el pasado?, es por esto que con la zonificación no se resguarda el paisaje ni los valores escénicos, ni el fomento de actividades sustentables, generadoras de empleos dignos y de calidad, como el turismo y una pesca artesanal bien regulada. ¿Cómo no va a ser posible que los más de 80.000 kilómetros lineales de borde costero que posee el mar austral shileno no pueda dar sustento a miles de trabajadores del mar?

A raiz de ello comenzo la transaccion como un producto el borde costero austral, bajo una nula reglamentación y estructura que permite a este mercado de manera tal que un inversionista pueda comprar una o varias concesiones acuícolas, para ello, ya se ha negociado a través de conversaciones con las principales salmoneras que operan en shile, para posteriormente comience a funcionar en los próximos meses. esta iniciativa también tomo fuerza en el Ministerio de Economía shileno, que ahora considera la factibilidad de la propuesta. por lo cual el e$tado con las multinacionales están negociando entre cuatro parede los criterios fundamentales como: las concesiones de mar, fechas de vigencia y caducidad, junto a factores como hectáreas, coordenadas y el volumen técnico de producción. De esta manera, los inversionistas multinacionales puedan tomar una decisión, para un posterior remate vía rueda en la misma Bolsa de Productos con la intecion de que exista un precio público, una valoración cierta de las concesiones( de mar), dando un precio referencial de mercado para realizar las concesiones acuícolas. es decir solo la compramos o la vendimos en tantos dólares, ademas de altas coberturas del recurso, que permita proteger a esta industria de las fluctuaciones del tipo de cambio. Con todo esto, como mínimo se podran generar negocios por más US$ 500 millones las ganancias de las salmoneras.

La industria del salmón, una cara criminal de la economía chilena.
Patricio Hernández - elQuinto

Si hablamos de explotación, inseguridad laboral, abusos y malos tratos hacia los trabajadores de Chile, no podemos dejar de referirnos a la industria del salmón.

Hasta mediados del 2007, cuando el virus ISA hizo temblar a los empresarios, la industria salmonera era la más dinámica del país. 

Gracias a la libertad de comercio, a las favorables aguas chilenas y a los innumerables beneficios existentes para los grandes capitales nacionales y extranjeros, la industria del salmón en 20 años llego a producir 700 toneladas al año, generando más de 50 mil empleos, convirtiéndose en el segundo exportador a nivel mundial (sólo superado por Noruega) y en la segunda exportación nacional después del cobre. Las jugosas ganancias obtenidas hacían presagiar un auspicioso futuro que vería Chile convertido en una potencia alimentaria a nivel mundial.

Sin embargo, como es característico del modelo económico chileno, las enormes sumas de dinero que iban a parar a los bolsillos de los dueños de Pacífico Sur, Tara Salmón, Europharma Chile, Cubquelan, Marine Harvest, Mainstream y Naviera Vergara, contrastaban con la extrema situación laboral de miles de trabajadores. Buscando mejores condiciones de vida, pequeños agricultores y pescadores artesanales, ambos sectores empobrecidos, constituyeron la mano de obra de la industria salmonera. Aprovechando la pobreza existente en la X y XI región y la nula experiencia proletaria de los nuevos trabajadores, el empresariado salmonero impuso un modelo esclavista, abusador y sanguinario. Los trabajadores del salón, que realizan sus actividades en centros de cultivo, plantas de procesamiento y actividades asociadas, se encuentran expuestos a una serie de peligros, con altas tasas de accidentes, sólo superadas por el rubro de la construcción.

La mayoría de los trabajadores en las plantas procesadoras (donde el 70% son mujeres) reciben un reducido monto salarial, el cual es complementado por bonos de producción, ya que al empresariado le interesa sobretodo la velocidad, por el rápido deterioro de los pescados. De modo que, para aumentar sus reducidos ingresos, el trabajador debe someterse a la dictadura del reloj realizando trabajos monótonos y repetitivos sin cesar, sometidos al incansable ritmo de la cadena de producción lo que no les permite controlar los tiempos de trabajo ni las pausas, debiendo trabajar en muchos casos en jornadas de 12 horas sin descanso, de pie (lo que conlleva enfermedades en las extremidades y la columna), en temperaturas extremas, con acceso restringido a los baños, lo que les significa una serie de enfermedades y la necesidad de trabajar con pañales. El ambiente es húmedo, el piso resbaladizo, sin pausas y bajo la constante presión de estar siendo vigilado por el supervisor, en lugares hacinados, sin condiciones de higiene y con un ruido interminable e infernal. Un trabajo sin mayores condiciones de seguridad, sin prevencionistas de riesgos, que ve cada día a trabajadores cortados, mutilados, lesionados, caídos, fuertemente golpeados.

Las consecuencias de esta inhumana condición laboral es la presencia de una serie de enfermedades y trastornos físicos: estrés, dolor de cabeza, amigdalitis y resfríos por las bajas temperaturas, lumbago, tendinitis, cistitis, cortes en dedos y brazos, angustia, dolores en diversas partes del cuerpo e, incluso, abortos, entre otros. Pero quienes trabajan en las plantas procesadoras no son los únicos que dejan la vida para alimentar la codicia de los dueños del salmón. Todos los días cientos de buzos descienden a las profundidades de las jaulas de salmones para realizar distintas labores, en un ambiente extremadamente hostil, con cables, redes, mallas, con nulos niveles de capacitación para realizar estas labores. Existiendo decenas de buzos fallecidos y desaparecidos en la faena más peligrosa de la industria.

Esta dura realidad se ve acentuada por los bajos salarios y los nulos derechos laborales. Repitiendo la realidad de millones de trabajadores, los “temporeros” de la industria del salmón no cuentan con contratos fijos, algunos ni siquiera poseen contratos, reciben apenas sobre el mínimo y laboran para empresas contratistas que prestan servicios a la gran industria salmonera, lo que limita sus derechos y su capacidad de presión. No existe ninguna empresa salmonera que no haya sido denunciada por infracciones laborales, lo que es pan de cada día. A esto, debemos sumar las prácticas antisindicales, las listas negras y las amenazas constantes a dirigentes y trabajadores.

Una verdadera dictadura que juega con la vida y estabilidad de miles de trabajadores. Esto sin considerar el enorme daño ambiental que genera la industria y la destrucción generalizada del ecosistema. Una industria de carácter criminal cuyos salmones son tan rojos como la sangre de miles de trabajadores que día a día ven en peligro su vida y su salud para el beneficio de unos pocos.




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